El pájaro dodo (Raphus Cucullatus) fue un ave no voladora de las islas del océano índico, se extinguió básicamente por ser torpe, lento e inútil (imaginamos que delicioso también) el último ejemplar vivo fue visto en 1662.
¿Que hubiese pasado si el dodo hubiese podido volar?
O si hubiese tenido alguna otra habilidad como afilados espolones en las patas, o que estas fuesen más largas para alcanzar grandes velocidades, o quizá que hubiese sido venenoso y no delicioso (cosa que suponemos, por supuesto) o quien sabe, hasta hubiese podido hablar, pero al crecer en un habitad confortable, sin depredadores directos, no desarrollo nada más, no le hizo falta, claro, hasta la llegada del hombre que simplemente se agacho para recogerlos del suelo …
El dodo nunca salió de “la caja”, nunca desafío los límites de su zona de confort…
Y el yo-yo es un elemento en continuo cambio, pasa de tener energía potencial a cinética y con la inercia se mantiene girando, creando un efecto mágico al detenerse en el tiempo por un instante, para regresar y volver a su estado de energía potencial…
El yo-yo es el llamado a la acción, a moverse, a sorprender y atraer una y otra vez…
No nos queremos “enrrollar” en explicar una analogía conceptual sobre lo que una iniciativa, marca, producto, contenido o negocio se puede parecer al dodo que se quedo en “la caja”, queremos ser justamente como la energía que se inyecta en el yo-yo para transformarse y generar un movimiento constante que desafía lo que podemos esperar.
Buscamos iniciativas, proyectos, clientes valientes que se atrevan a hacer cosas que rompan los paradigmas a los que estamos acostumbrados, que busquen innovar y hacer la diferencia.
Démosle al dodo un yo-yo y veamos que pasa…